viernes, 30 de noviembre de 2007

Petiscos (1)


Los árboles de Pemba tienen en su tronco lazos rojos. Manos jóvenes los has dibujado. Alertan del Sida. La esperanza de vida en Mozambique es de 38 años. Hace tiempo llegó a ser de 50. Matola lleva con orgullo una camiseta en la que se lee: “Todos somos seropositivos hasta que se demuestra lo contrario”

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¿Planchar la ropa en una región donde no se para de sudar en ningún momento del día ni de la noche? Aquí se dice “engomar”. ¿Engomar las sábanas, los pantalones, las camisas? Si, y con especial atención la ropa interior. Los que tienen plancha lo hacen. ¿Alergia a la arruga? No. Hay unos insectos microscópicos que nadie nos termina de decir su nombre, aficionados a residir en la ropa recién lavada. Muerden con saña por debajo de la piel. Sólo se les detiene con una plancha como la que nos acabamos de comprar.

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A media tarde se fue la luz. Pasaron las horas. Llegó la noche y en tres provincias del norte de Mozambique, Niassa, Cabo Delgado y Nampula la energía estaba caput. ¿Sabotaje? ¿Robo de cables? No se supo. Vino Essa, nuestro vecino finlandés. “Tengo una montón de sopa de atún que se va a estropear si no la terminamos hoy”. Dos quinqués alumbraban. Vinieron Jim y Bentinha. Mozambicano él, danesa ella. Karina preparó mate como buena uruguaya. Charlamos, compartimos, bebimos. No llegó la luz hasta la tarde siguiente. Cuando ya habíamos hecho la digestión. En las aldeas no notaron el corte de luz. Nunca han tenido corriente eléctrica.

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Existe aquí un tipo de hormiga que sabe esperar. Cuando encuentra unos pies blancos se emociona y comienza la escalada. Sin bulla, a la chita callando sube por el tobillo. Si todo va bien llama a sus camaradas de tarea. Como columna guerrillera siguen ascendiendo por el empeine, la pantorrilla, la rodilla. El incauto o la incauta mira absorto y con emoción los bailes africanos para turistas. La columna se convierte en escuadrón, y su vanguardia avanza ordenada por el muslo , y sube, sube…hasta llegar a la ingle. En ahí, en ese pliegue sudoroso, donde las hormigas abren sus fauces y se arrancan a morder. Entonces, el turista se suma al baile. En cualquier, caso podría ser peor.

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En la costa del norte de Mozambique la marea se aleja kilómetros. El fondo del mar sube a la superficie. Uno puede caminar sin bombona de oxígeno, ni escafandra entre algas, formas extrañas de rocas, anémonas, erizos y estrellas de mar, restos de corales... Y saludar a un paisano que se cruce.
- ¡Bom dia, señor! ¿Tudo bem?
- ¡Tudo bem! Neptuno, para servirle

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Hay epidemia de cólera. Al menos eso se rumorea. Hay que lavarse las manos. Tener la boca bien cerradita en la ducha. Enjuagarse los dientes con agua mineral. Vigilar lo que se come… y entre otras precauciones más, no ponerse histérico y volverse a lavar las manos con jabón.

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Cesario nació en 1966. Parece mayor. En la época de la guerra estuvo en la cárcel. No cuenta más. Me invita a su casa. Quiere que conozca a su familia. A sus tres filhas. Cobra algo más de 1000 meticais mensuales. Treinta y pico euros. Todos los días camina dos horas desde su casa, cerca del aeropuerto, hasta el trabajo. Entra a las seis de la mañana. Sale a las siete de la tarde. Cuando llega a su casa son las nueve de la noche. Habla poco. Es guardián de la enorme casa del señor obispo.


(1) Petiscos: Tapas, pinchos o aperitivos

1 comentario:

VESNA KOSTELIĆ dijo...

Hola Karlos!!
Qué alegría reencontrarte! Y en qué sitios han ido a encallar estas viajeras barcas vascas! No llegué a conocer Maputo, pero recuerdo que me pasó un frío por la espalda cuando estuve en el límite, en el Kruger Park por varios días, y me enteré de la cantidad de mozambiqueños que pierden la vida año a año tratando de cruzarlo para entrar en Sudáfrica.
Saludo, seguimos la comunicación por mail, me encantó el blog, sigue escribiendo...