miércoles, 14 de noviembre de 2007

Stress


Dicen los psicólogos que las separaciones y los cambios de trabajo, junto a las mudanzas son tres de los mayores motivos de stress. No sé si tuvo algo que ver, pero el día anterior a nuestro cambio de casa Edna tuvo su primera fiebre africana. Tan fácil como subió a 38 grados a la noche, desapareció a la mañana. Ese mismo día yo amanecí con un dolor de cabeza de esos que hace crujir el cráneo.

Recuperados por las horas transcurridas y algún que otro eferelgán nos pusimos manos a la obra y después de la jornada laboral recogimos las cuatro cosas que teníamos fuera de las maletas, cargamos el pick up, llegamos al nuevo hogar (y van…) y por fin deshicimos un equipaje que llevaba nueve días encerrado y sin fianza. Fue un placer sacar la media docena de libros que he traído y ponerlos en una balda de madera en la sala. Desde ahí, Ryszard Kapuscinsky, Mia Couto, Rafael Courtoisie, Henning Mankell o Agustín Monterroso parecieron incluso suspirar aliviados.

Pero las cosas más sencillas son complicadas en esta parte de África. Y más un día de mudanza. Una cola en el banco puede durar lo que tu paciencia permita que se te cuele todo el mundo. Comprar un frigorífico tiene un precio, 9.900 meticais y cuando dices que lo quieres de pronto ha subido a 10.800. El fast food más rápido dura al menos hora y media. Hacerse con una pequeña cocina de gas tiene como mínimo tres fases. La compra de la cocina, la de la bombona o garrafa de gas y la compra del tubo que va de un artilugio al otro. Irremediablemente es imposible hacerse con los tres utensilios el mismo día. Y qué decir de Internet, mi herramienta de trabajo. Complicado. Muy complicado. Y todo ello en medio de una calor húmedo que arroja baldazos de sopa continuos.

Pero los días siguen sucediéndose y a las 6 de la mañana las calles de esta localidad medio rural medio urbana, capital de una provincia de costas hermosas son un ir y venir de niños jugando con llantas de coche, mujeres cargando bultos en la cabeza y crianças en la espalda y hombres de pasos largos y miradas lejanas. El día es una búsqueda del sustento, la venta de baratijas, la caza de los dólares del blanco, el saludo sonriente, “Bom dia, señor!”. El día en África es un milagro que sucede despacio y a diario y que a diario le sorprende de pronto la llegada de la noche. Mientras los mozambiqueños se ríen de mi stress.

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