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Nueve meses en Mozambique. Todo comenzó con el "Aterrizaje" y todo cambió con la luna...

Llegó la persona que sustituye a Edna en el trabajo. Se llama Esmeralda. Esme para los amigos. El sábado cuando íbamos al mercado de la Madera, en la Baixa de Maputo nos paró la policía. Querían, sin decirlo, una “propina” para no meternos una multa por una supuesta infracción de tráfico. Fue mi despedida de esa pesadilla uniformada.
ca. Unos metros más allá una niña jugaba con un bebé a la espalda. Fue mi despedida de una realidad que no da tregua.
Quedaban apenas unos días en Mozambique y quería perderme en el centro de Maputo ese jueves normal de caos urbano. En la zona de la capital que se llama la Baixa no caminan muchos blancos. Cuando yo veo alguno me llama la atención y lo miro....
- Hello my friend!
- Pero ¿porqué me habla en ingles?
- Don´t you remember me? The other day…
- No
- Yes, you are my friend
- Mire amigo, no le voy a comprar nada
- Eh…
- Que no. No tengo dinero
- Pero solo… ¿no le gusta apreciar el arte?
- Que sí, pero que no tengo dinero, no le voy a comprar nada. Usted pierde el tiempo conmigo amigo.
- No es para comprar, solo para apreciar
- Tengo prisa
- ¿Sabe cual es mi nombre?
- No
- Yo soy Artista Arturo
- Mucho gusto, yo soy Artista Karlos
- ¿Le gustan los batiks?
- Si, muy lindos
- Mire amigo, le hago buen precio
- Que no. Que no tengo dinero
- ¿Pero a usted le gusta el arte?
- Que si, pero tengo prisa y no tengo dinero. ¿Prefiere que se lo diga en inglés? I have not Money.
El artista miró como movía mi mano. Yo llevaba una bolsa de plástica negra.
- ¿Y eso?
- ¡Coño! (eso lo dije es español), eso son unas pilas que he comprado. Mire Arturo mire..
- Uh! Qué bueno. Unas pilas para poner en la radio y escuchar música, ja ja ¿Me da una?
Ese fue el momento en el que los dos nos reímos y nos dimos la mano. Salía airoso una vez más
- Bueno, by, by my friend. Mire, ahí viene un turista. Ese es sudafricano, y tiene cara de tener dinero.
- Gracias amigo, Karlos. Recuerde, Artista Arturo, siempre estoy en esta esquina, eh?
- Ok, que tenga un buen día.
Al llegar a casa diez minutos más tarde me llevé la mano a la cabeza cuando después de contarle a Edna mi “encuentro cultural” me preguntó dónde estaban los plátanos que había ido a comprar...
...
Marx. Ahí vire a la derecha y siga hasta la Avenida 24 y siga, pase Guerra Popular y creo que la siguiente es”. No tenía prisa y caminaba despacio. Unos pasos más adelante vi a un policía que venía de frente con su kalasnikov. El tipo me miraba con los ojos un tanto enrrocejidos y el rostro ligeramente torcido. Una mujer policía se mantenía a unos seis o siete metros de él. Se detuvo y esperó que mis pasos llegaran a su altura.
ída del muro. Desde el año 1990, desde regresaron de Alemania están pendientes de un cobro que la RDA transfirió al estado de Mozambique en calidad de sueldo y que estos trabajadores, al parecer nunca han recibido. Desde entonces, desde hace dieciocho años, todos los miércoles se manifiestan por las calles de la capital. “Antes nos reprimían –me dice uno de los portavoces del grupo-. Nos dispararon bala. Tenemos muertos. Hace tiempo que ya nos dejan marcar tranquilos”. Ahora es una manifestación musical, con banderas alemanas y con la misma exigencia desde hace 18 años. Al final fueron ellos los que me indicaron donde quedaba exactamente el museo. “Está allí, mire”.

Yaya estuvo a punto de morir de una diarrea. Hubiera sido uno de los 26.000 niños que cada día mueren por enfermedades que tienen cura. Una cura barata.
El mismo día que llegó por primera vez a Maputo, a Philippo lo asaltaron pistola en mano cuando salía de cenar con su amigo Alberto. Se quedó atónito y con un temblor que aún le duraba cuando yo lo conocí dos días después.
Tras desayunar, nuestros pies caminaron el Mercado de Mazini. Allí, las mujeres se sorprendían escondiendo sus risas de ver a una blanca embarazada. Se avisaban una a otra y todas miraban con la boca abierta y se reían tapándosela. Yo caminaba detrás disfrutando del espectáculo. Una me señaló como “culpable” del sucedido. Le dije que estaba de cinco meses. Se escandalizó, habló es swazi con sus compañeras. Todas se alborotaron de manera exagerada. Habían entendido que esperaba cinco bebés. Aclarado el malentendido la risa fue general.



Y así, bajo el influjo de Lua nos dirigimos hacia el sur. A la frontera de Sudáfrica con un país llamado Swazilandia.
De la situación política me encargaría yo de informarme por mi cuenta. Nuestros anfitriones nos mostraron la punta del iceberg de la cosmovisión del mundo Swazi. Complicado para nuestras mentes occidentales. Completamente diferente. Una cosmovisión llena de magia. En el que las costumbres que lo dirigen se pierden en los tiempos anteriores a la aparición del hombre blanco. Los Swazis se dividen en clanes. En origen provienen de una gran emigración que los bantús hicieron hacia el sur. Una rama se dirigió hacia lo que hoy es Mozambique. Otra marchó más al suroeste. Diferentes familias se quedaron en los valles que componen este país, otros siguieron más al sur. Eran los hijos del dios Zulu. Los zulús. Los únicos que consiguieron derrotar a los boer, aquellos holandeses que aparecieron en la región con la pistola en una mano y la Biblia en la otra.
Teníamos que volver a Nelspruit, ciudad del norte de Sudáfrica, a tres horas de Maputo para hacer la segunda ecografía a las 21 semanas de embarazo. A la excursión, que alargaríamos todo el fin de semana para hacer una escapada a Swazilandia se sumaron Álvaro y Marga, una pareja de amigos que además pusieron el coche.
…Llevábamos algo más de una hora caminando y el paisaje seguía siendo el mismo. Pero variaba cada pocos pasos, como una metamorfosis a cámara lenta. A nuestra derecha mar, a nuestra izquierda la isla. La estábamos bordeando desde hacía casi una hora. En el extremo opuesto de donde desembarcamos decidimos detenernos a almorzar.
Los días muy claros, desde la costa de Maputo, por ejemplo desde Rua Federico Engels, se puede distinguir la isla de Inhaca. “¿Vamos? -Edna siempre tiene buenas ideas-. Además, dentro de poco ya no nos podremos hacer estas escapadas”.
Junto a Inhaca hay otra isla. Más pequeña. Deshabitada. Desayunamos. Nos fabricamos unos sanwiches, requisamos fruta del buffet y pedimos a una lancha que nos llevara. “A las 15 horas les recojo aquí para regresar” nos dijo Eduardo, el capitán de un bote llamado "Pili".
Ahí viene. Desde lejanas e intrincadas inexistencias llega. Llega evolucionado hasta este presente que acaba de ser y que está por venir. Llega para ser. Para preguntar. Para preguntarse. Para respirar. Para coger el relevo. Llega y su espacio comienza a perfilar las primeras muestras de su silueta. El aire tiene casi preparado un lugar para él o para ella. Sus futuros amigos comienzan a fabricar sin querer ese cúmulo de coincidencias asombrosas que harán que la vida siga siendo el misterio de llantos y felicidad. El día y la noche. El yin y el yan. El comienzo de algo que siempre nace aunque siempre muera naciendo y nazca muriendo.
Hace un año murió mi hermano mayor. No me gustan las conmemoraciones. Una persona no deja de serlo para transformarse en una fecha. Mikel Essery murió en Yemen. Dejó de existir de golpe. En el segundo que dura la explosión de una bomba. Murió sin despedirse de la vida ni de todos nosotros. Fue una equivocación, un error dramático de la existencia. Dejó todo a medias, sin terminar. Fue un hachazo que no debía haber sido. Nos dejó con la palabra en la boca. Con su sonrisa golfa congelada. Me dejó totalmente aturdido. Aún lo busco en las esquinas.
En Maputo llueve. Lo veo a través de la ventana que tengo delante. Maputo es una ciudad en la que los árboles y el hormigón de las casas se entremezclan de una forma espontánea. Algo que le da una imagen de caos. La basura sobresale de los destrozados containers. Los más pobres se encargan de rebuscar en ella algo que pueda servir. Hoy, además la ciudad está llena de charcos.
Lo ha dicho el portavoz de la Asociación ecuatoriana Rumiñahui. El gobernante prepara una nueva norma para provocar infelicidad y dolor a las personas que han cometido la desfachatez de nacer en países empobrecidos y no quedarse allá. Se va a impedir a los padres y madres de los inmigrantes que se junten con sus descendientes. Morirán solos y añorando a sus hijos e hijas queridas que tuvieron que cometer el delito de emigrar para dar de comer a sus nietos.
- Disculpe, ¿tienen cervezas?
“Decisiones, cada día. Alguien pierde, alguien gana ¡Ave María!” ...cantaba Rubén Blades.
Siempre me han podrido de manera especial los que restan valor a las personas. Utilizarlas como meros instrumentos. Invisibilizar no sólo los sentimientos del otro. No sólo su miedo, su súplica, su necesidad. Sino, literalmente ningunearlo. Utilizarlo como un pañuelo de papel. Usarlo y tirarlo.
Siguen los días arrastrándose uno tras otro hacia el invierno del sur africano. Edna encontró un lugar para hacer ejercicio. Un gimnasio en el que dejar las tensiones. “Lo mejor que puedes hacer” le había dicho el ginecólogo de Nelspruit . Yo trato de estructurar una historia que sea el esqueleto de una novela corta. Un proyecto en el que llevo tiempo, pero que entre uno cosa y otra no consigo terminar de concretar.
Hicimos dos horas y media de carretera para ir a verte. Estábamos un poco nerviosos, pero felices de que al fin tuviéramos noticias tuyas. Cruzamos la frontera de Mozambique con Sudáfrica. Ese mismo día la oficina de la Agencia de Cooperación Española había recomendado no ir, ya que había una explosión de xenofobia contra todos los extranjeros pobres, y estaban apedreando los coches con matrícula mozambicana. Esto lo supimos al regresar el domingo a Maputo. De todas formas, hubiéramos ido igual. Saber que contigo todo iba bien era lo más importante para nosotros.