martes, 29 de abril de 2008

Cruzando el Zambeze

Conducía Nico. Yo combatía el sueño a cabezazos. Eran las tres de la tarde y nos dirigíamos hacia el río Zambeze, el mayor del país. Anualmente causa estragos producto de los desbordamientos. En esas ocasiones, los cocodrilos que lo habitan encuentran ampliado su territorio, y no son pocas las personas víctimas de sus mandíbulas.

En una recta larga nos cruzamos con Amor. Frenamos. Encontrarme en mitad de un camino que nos llevaba por todo Mozambique con mi amiga resultó una alegría. Estábamos en direcciones diferentes pero en la misma senda. Cada uno con su ruta. Ella, la que la llevará hasta Mauritania en unos meses. Nico, la de visitar Italia para conocer el origen de sus antepasados y después, desde Bogotá llegar hasta su ciudad Rosario, en Argentina atravesando el continente de bus en bus. Yo, la que me conduce a otros cruces de caminos que lleva a más cruces. La senda es la búsqueda permanente de la vida intensa y viva. La dirección es la que cada cual busca y las circunstancias le dejan.

Un abrazo. Hablar de lo último de los amigos comunes bajo un sol que derretía. “Te presento a Nico. La carretera está bien. ¿Qué tal Edna? ¿Ya tiene nauseas? Jodé vaya viaje. La emergencia por las inundaciones ya terminó”. Teníamos prisa y tuvimos que echar mano de otro abrazo, éste de hasta la próxima.

Más adelante nos asustamos al asustarle a una camioneta cargada de personas con la que casi chocamos. Pero los dioses quisieron que no pasara de un susto. La camioneta nos quiso adelantar en una camino de tierra por el lado prohibido (que aquí es la izquierda. Y no le busquen doble sentido). No la vimos y giramos para sortear otro enorme agujero cuando escuchamos un frenazo. Nadie se enfadó y, entre disculpas mutuas todos volvimos a ponernos en marcha.

Eran las cuatro de la tarde cuando llegamos a la orilla. El paso del Zambeze fue mucho más rápido y fácil de lo que esperábamos. No había ningún vehículo, y con cara de sorpresa nos colocamos los primeros a la espera del batlâo. Un muchacho se acercó solícito para limpiarnos la luna del carro. Le dijimos que sí y nos fuimos a recuperar nuestras horas de conducción a la sombra de una cerveza. Veinte minutos más tarde, regresamos. No sólo los vidrios. Todo el coche estaba tan brillante que parecía recién salido del concesionario. Imposible imaginar que ese vehículo había salido el día anterior de Pemba, a más de mil km. de distancia. Llegó el batelâo con tres camiones y cuatro coches. Cuando se vació, un militar con bastantes malas pulgas me ordenó que subiera el coche ¡ya! ¿Porqué tantos militares tienen el ceño tan fruncido y el carácter tan pasado de fecha de caducidad?

En ese momento a la cámara de fotos se le acabó la batería. Murphy tenía que hacerse notar.

Media hora más tarde estábamos en la otra orilla y nos encaminábamos hacia Caia. Llegamos al hotel Catapún, que estaba en mitad del campo, lo que aquí se denomina mato, y que se trataba de varias cabañas de caña entre una espesa vegetación. El sol se ocultaba y los mosquitos comenzaban su jornada. Al meternos en la choza nos quedamos “catapún” hasta que unos golpes en la puerta nos despertaron avisándonos que la cena estaba lista.

Compartimos la mesa con Nick, un zimbabwense blanco, biólogo, y tan grande como los elefantes que estudiaba hace años.

Antes de ir al cuarto a dormir pasé por el baño. Ahí fue donde me asaltaron.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Carlos,

Soy Maite, no se si te acordarás de mi. Estuve en Pemba hasta diciembre, como becaria de la Universidad Pública de Navarra. Cristina me pasó la dirección del blog y me encanta leerte y saber como va todo por tierras moçambicanas.

Lo primero zorionak por el txikito que está en camino, con lo poco que os pude conocer me sirve para decir que va a tener mucha suerte de teneros como aitas.

He decidido escribirte hoy, porque echando un vistazo al periódico mientras desayunaba, en el apartado "Tribuna Abierta" de Diario de Noticias he empezado a leer un artículo con el título "Acentuando" que me ha empezado a resultar familiar y claro, es una de tus entradas del blog. Por si lo quieres ver está en la dirección http://www.diariodenoticias.com/ediciones/2008/05/03/opinion/

Bueno Carlos, muchas gracias por esta ventanita al mundo que es tu blog. Cuidaros mucho los tres, buen viaje hasta Maputo, y si todo sale bien por aquí quizá nos veamos en breve.


Tres abrazos,


Maite