martes, 5 de febrero de 2008

Con un dedo al cielo

Puso el balón en la línea de tiro. El resto de jugadores estaban a su espalda, pero él no los veía. Hacía un frío del diablo pero él no lo sentía. Colocó el balón con un cuidado especial. Concentrado. Se incorporó. Miró al guardameta. Dio un paso atrás. Otro. Otro más. Calculó la fuerza, el ángulo, la distancia. Otro. No pestañeaba. Miraba a los ojos del guardameta mientras calculaba el impulso necesario. Todo el mundo mantenía un silencio expectante. Se detuvo. Miró el balón. Respiró profundo. Volvió a levantar la vista a los ojos nerviosos del portero. El tiempo se había detenido en ese barrio de Zaragoza.

Oscar no se sentía muy seguro. Llevaba demasiados partidos sin meter un solo gol. Pero ese sábado era decisivo. El árbitro hizo sonar el silbato. Miró de nuevo al balón y con toda la decisión de ese instante preciso se acercó corriendo al esférico y chutó. Dio la patada con toda la fuerza de la que fue capaz. El balón salió a media altura. Se acercó a la portería. Pero el guardameta tenía los pies clavados a su indecisión y el balón siguió su trayectoria sin esperar a nada ni a nadie. Los ojos de Oscar se salían de sus órbitas. ¡Gol! ¡Gol! El balón entró y él, Oscar Villaescusa tuvo que agarrarse el corazón. De la alegría quería salirse del pecho. Y siguió corriendo. Loco de contento y señalando hacia el cielo con el dedo índice. Sus compañeros le seguían pero nadie conseguía darle alcance. El joven delantero era el niño más feliz Aragón en ese minuto de festejo.

Cuando el bullicio se relajó, le preguntaron a quién había dedicado el gol, para quién era ese dedo levantado al cielo. Oscar, tímido respondió que era para su tío. Y que había señalado al cielo porque su tío vive en Mozambique, y eso está tan lejos que el sol y el cielo es lo único que los dos pueden mirar al mismo tiempo.

Así se lo conté a Pedrito. El niño africano me escuchó la historia en silencio, con los ojos más abiertos que otras veces. Cuando terminé miró las nubes, y al rato me dijo “Qué buena idea ¿sabes? Creo que mi próximo gol se lo dedicaré a mi papá”.

2 comentarios:

Oscar dijo...

TÍO ME ALEGRO DE QUE HAYAS ESCRITO SOBRE MI PERO ,EL PORTERO SE TIRO ,TOCO EL BALÓN PERO DE TANTA FUERZA CON LA QUE HABÍA DADO AL BALÓN, EL ESFERICO IMPULSÓ AL PORTERO OBLIGÁNDOLO A METERSE ÉL MISMO CON EL BALÓN EN LA PORTERÍA.
UN FUETE ABRAZO MIRANDO AL CIELO TU SOBRINO GOLEADOR OSCAR

Amaia dijo...

Cuando yo miro por las noches a la luna, tambien pienso en Edna recordando Istarbey.