martes, 13 de mayo de 2008

Halima

Apenas la conocí. Coincidimos en una cena. Era una mujer mozambicana frágil, linda, joven. Amiga de un amigo. Era tímida y abrazaba a su amigo como buscando protección. Halima se ha muerto de lo que tanto se muere en África. De una muerte no natural, maldita, apocalíptica. Y ponerle rostro a tanto dolor descompone todo ánimo y paraliza hasta la esperanza.

No era el tiempo de su muerte. La vejez es la menor causa de muerte en esta región. No es justo que se interrumpa tan a destiempo, tan a menudo vidas que aún tienen tanto que vivir. Tanto por soñar.

Halima se ha ido. Apenas la conocí. Pero veo a sus amigos desencajar la expresión en el silencio de la soledad. Y cierro los ojos respetuoso ante su llanto. La vida es una inercia para los que respiramos de día en día. Y ese movimiento apenas nos recuerda lo excepcional que es poder estar despierto, poder pensar, caminar por nuestros propios medios, comunicarse con otros seres que tienen la suerte de poder aún mirar a los amigos y reír. Y hasta llorar.

Esta mujer pone ojos hermosos al vacío de la muerte. Mirarla bien. Y me estremece su ausencia injusta. Y maldigo tanto genocidio sobre esta gente tan buena. Y los números y porcentajes son Halima una vez, y otra vez, y otra, hasta que el dolor resulta peor que insoportable. Y la muerte radicalmente injusta.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aupa flaquito,
Un beso gordo para tí, Edna y Halima y para todas las personas amigas que teneis por ahí. Nekane

dispersa dijo...

lloré al leer,cuanta injusticia.