lunes, 11 de agosto de 2008

Son mis despedidas

Llegó la persona que sustituye a Edna en el trabajo. Se llama Esmeralda. Esme para los amigos. El sábado cuando íbamos al mercado de la Madera, en la Baixa de Maputo nos paró la policía. Querían, sin decirlo, una “propina” para no meternos una multa por una supuesta infracción de tráfico. Fue mi despedida de esa pesadilla uniformada.

Horas antes había conocido a Emmos, de Liberia. Estaba en busca de ayuda. No tenía idea de portugués y en inglés me explicó que el ACNUR le había dicho que debía instalarse en un campo de refugiados que hay en Nampula. Pero él quería un “futuro más seguro” y su sueño era ir a Sudáfrica, “donde al menos me puedo comunicar con la gente”. Se me partía el alma una vez más. Así es África. Unos metros más allá una niña jugaba con un bebé a la espalda. Fue mi despedida de una realidad que no da tregua.

El mercado entusiasmó a nuestra amiga. Allí competían en colores los batiks, en elegancia los trabajos de madera de ébano, en originalidad los trabajos en alambre, en misterio la artesanía congoleña… Fue mi despedida del África turística.

Compré algunas camisetas para mis sobrinos. Un vendedor mostraba una de ellas a una familia española. La madre dijo señalando el dibujo del pecho “Es Samora Machel, ¿no?”. Un joven que escuchó le dijo con un evidente tono de orgullo, “no señora, no es Samora Machel. Es una foto de Samora Machel”. Fue mi despedida del Mozambique digno.

Llegó Adolfo de regreso de sus cortas vacaciones y nos fuimos a cenar. Edna procuraba dar a Esme toda la información precisa para su nueva vida en Pemba. Y para ello Adolfo es el Anfitrión por excelencia. Llamé a Fernando. Fue mi despedida de los amigos que tardan en despedirse de África, porque las despedidas no nos gustan.

El domingo fuimos al Café del Sol, que está en la costa más norte de la ciudad. Se trata de un restaurante de arquitectura art decó. El único que no cerró en la época de la guerra. Un lugar donde han tocado los más prestigiosos grupos de jazz y soul. Después de pasear por la playa y de despedirnos despacio también del Océano Índico fuimos los cuatro al jardín de los enamorados. Se trata de un recito feriado con niños, parejas, familias que pareciera sacado de alguna película de los años sesenta. Fue mi forma de despedirme de Maputo.

A la noche fuimos al Centro franco-moçambicano, donde se anunciaba el concierto de uno de los mejores grupos de música tradicional del país, la orquesta Timbila Muzimba. Fue un placer espiritual para el alma y para el cuerpo. La despedida musical.

Hoy lunes estuve en casa de Vina, con sus críos Arturo y Celia. Es una mujer de 28 años, con tres hijos y que además de trabajar de empleada estudia para sacarse el graduado escolar. Este país está lleno de heroínas como ella. Me voy despidiendo con saudade de las gentes de Mozambique.

El miércoles nos vamos. Aquí dejaré el último post. El número cien. Estas son mis despedidas Para no olvidarme de nada. Ni de nadie.

3 comentarios:

Ana dijo...

No llenarán el vacío que Mozambique te dejará al abandonarlo pero estamos ansiosos de llenaros de bienvenidas.

SAFIRO dijo...

Deseo que sean felices donde sea que se encuentren.
A veces vengo dispuesta a ponerme al tanto con tus entradas, pero es dificil pasar de una otra, la dolorosa realidad lleva a guardar silencio, releer y meditar sobre lo que planteas y como lo han vivido.
Uno ve a través de los ojos y vivencias de Uds., no resulta fácil de asimilar y duele mucho.

Que se encuentren bien, es mi deseo y espero que dejes esta puerta abierta para seguir leyendo tus notas.

Un abrazo y mucha suerte!

Irma-Buenos Aires.

Anónimo dijo...

¡Qué guapa que está la Edna con esta barriga!
un besazo
Rita